La primera media
No hay palabras que describan la euforia que sientes cuando completas tu primer medio maratón, pero aquí hay un relato de Lucía sobre su Copenhagen Half Marathon.
Recuerdo que la semana previa al medio maratón mis nervios cada vez eran más visibles, mi cabeza no podia dejar de pensar si habría entrenado lo suficiente para no sufrir en esos 21km que me estaban esperando — o incluso si sería capaz de terminarlos.
Con un una meta de 2 horas… eso significaba que tenía que correr a menos de 6:00/km durante mucho rato.
La noche antes de viajar hablábamos de qué íbamos a poner en la maleta, revisado una y otra vez una lista que uno de nosotros había preparado para no olvidar nada. La mañana del 14 de septiembre, en el aeropuerto de El Prat, a penas estábamos despiertos pero llenos de emoción: el primer viaje oficial como Flames Barcelona para hacer algo significativo como una media. Antes, embarcarme en una aventura como esta llena de entrenamientos y tiradas largas no pasaba por mi cabeza.
La mañana.
La mañana de la carrera nuestras caras hablaban por sí mismas: cada uno de nosotros hacía su ritual habitual, preparando los dorsales y material, empezándose a notar la concentración. El estímulo era brutal, yo tuve mucha suerte porque no la hice sola: pude hacerla con Mireia y Fabien ya que compartíamos ritmos
En mi cabeza, minutos antes de la salida, sólo tenía un mensaje en bucle:
Poder decir “lo he hecho”.
Eso era lo que me tenía activada, con ánimos y con muchas ganas de empezar.
La línea de salida.
El ambiente que se respiraba era de lo más emocionante. Ver tantísima gente, todas unidas para cumplir ese reto, ese objetivo, que aunque era compartido y común también era muy personal…
Gracias a Fabien, Mireia y yo pudimos mantener el ritmo constante sin acelerar con la emoción misma de la carrera: íbamos con disciplina pero a la vez disfrutando. con cada KM que dejaba atrás todas esas preocupaciones se desvanecían, y las míticas preguntas como ¿hará frío? o ¿aguantaré hasta la meta? me hacían recordar dónde estaba.
La carrera.
La adrenalina hacía que los kilómetros pasaran rápido.
El público te regalaba una sensación única animando.
He de reconocer que todo no fue felicidad: el “golpe“ o el famoso “hombre del mazo“ me estaba esperando en el kilómetro 19. En esos kilómetros finales iba sin la compañía de mis dos compañeros: una lesión hizo que Mireia tuviera que aflojar el ritmo para poder terminar.
Me vinieron dos pensamientos, y uno de ellos hizo que empezara aflojar sin querer:
El primero fue uno muy común producido por la fatiga: abandonar — ¿qué hacía allí…? —.
Pero sólo fueron décimas de segundo lo que tarde en reaccionar y es donde apareció el segundo pensamiento (y que suerte porque hizo que apretara los dientes y pudiera seguir corriendo): Me imaginé a todas esas personas que, por circunstancias físicas o personales, no podían estar donde yo estaba. Que era un privilegiada por estar donde estaba y ¡qué narices! después de 19 kilómetros… ¿iba a abandonar justo ahora?
Pues para nada. Vine a disfrutarla y a terminarla, y fue en ese instante dónde me activé. Al ver el kilómetro 21 hice un cambio de ritmo brutal, un sprint como nunca antes para cruzar la meta.
La llegada.
BUAH! Lo había hecho, estaba cruzando la meta.
Empecé a saltar de alegría, se me cayó alguna lágrima de la emoción, del esfuerzo y del _subidón. _Esta media maratón la hacía por algo personal y se la dedicaba a dos personas muy importantes para mi que ojalá hubieran podido estar en la meta celebrándolo conmigo.
Lo primero que hice fue llamar a mi familia y gritar: “Mamá ya está, terminada y sigo entera“ (jajaja).
Tampoco podía decirle mucho más porque la emoción y el cansancio eran brutales, y no me dejaban apenas hablar.
La sensación.
Me hubiera gustado poder entrar a meta con algún compañero pero por ritmos y tiempos no fue posible.
Verlos llegar o ver como, después de hacer su media maratón, retrocedían en busca del algún compañero que todavía no había llegado y tirar de él hasta el final hizo que ese momento fuera más bonito y especial.
Podía más esto que todo el dolor de piernas que estaba por llegar.
Ese sentimiento que desprenden hace tener mas ganas de repetir retos como estos, bien sean personales o compartidos y que a simple vista puedan parecer imposibles o que no imaginarías hacer jamás. Yo jamás me imaginé ni tan siquiera hacer una media maratón así que estaré eternamente agradecida de formar parte de esta gran familia.
Mil gracias a Flames Barcelona por todo y por lo que nos queda por hacer.